EL
MUNDO
6 noviembre
2023
Llegan
los fármacos que acabarán con la pandemia de obesidad y otros problemas
cardiovasculares
Cristina G. Lucio
Ozempic, Wegoby, Mounjaro... toda una
nueva generación de medicamentos que pasan del control de la diabetes, a la pérdida
de peso a impactar en la salud del corazón
El mundo de la Medicina tiene ante sí un nuevo punto de
inflexión: la tan ansiada bala mágica contra la obesidad ya está casi aquí.
Tras un siglo de búsqueda de ese santo grial los fármacos basados en la imitación
del péptido-1 similar al glucagón dan los primeros resultados.
Los análogos GLP-1, aunque más famosos por sus nombres
comerciales Ozempic y Wegovy,
están llamados a borrar una de las pandemias del siglo XXI: la obesidad y sus
efectos más inmediatos, como la diabetes y los problemas cardiovasculares. Solo
en España, según el Observatorio Global de la Obesidad, el 37,8 % de los
adultos pesa más de lo recomendable y el 16% es obeso.
«Hay mucha ciencia detrás de estos fármacos», subraya
Cristóbal Morales, vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de
Obesidad (Seedo). «Estamos en una nueva era en el
control de la obesidad, hay más de 150 ensayos clínicos. Se trata de toda una
revolución de moléculas nuevas», añade.
Desde la primera descripción del GLP-1 en un artículo en Proceedings of the National Academy of Sciences hasta los resultados
actuales han pasado más de 40 años. Esa ansiada búsqueda no solo ha dado paso a
fármacos que controlan la diabetes tipo 2 y hacen bajar de peso, sino que se
han convertido en fármacos superventas capaces de hacer frente a la enfermedad
y también a lo que lo produce: una mala alimentación, es decir, la industria de
procesados.
«Las pérdidas de peso son significativas y con cada nuevo
fármaco es mayor. Se pasa de un 8% hasta un 15%», apunta Morales. Lo que en kilos
se traduce en descensos de más de 12 kilos en algunos pacientes.
Pero vamos por partes. ¿Cuál es el secreto de los GLP-1? «El
compuesto que lleva Ozempic (semaglutide)
es una molécula que ya tenemos en nuestro organismo, pero modificada para que
tarde más en degradarse y por tanto pueda usarse como fármaco: es el GLP-1, que
se secreta en el intestino y le manda señales al cerebro y al resto del tubo
digestivo, indicándole que ya ha llegado alimento y que no se necesita comer
más», explica Francisco Tinahones, investigador del
CIBEROBN, director Científico del IBIMA y jefe de Endocrinología y Nutrición
del Hospital Universitario Virgen de la Victoria (Málaga). Y añade que «es una
molécula anorexigénica, que quita el apetito y además
relaja el estómago, por lo que se tiene sensación de estar llenos al ingerir
alimentos».
Reduce el hambre y sacia, dos acciones claves cuando se
quiere evitar una ingestión excesiva. Olga González, jefa del Servicio de Endocrinología
del Hospital Gregorio Marañón de Madrid ofrece más detalles: «A nivel de
estómago enlentece el vaciamiento gástrico. Hace que cuando ingieres una comida
sea más lento el paso al tubo digestivo y al intestino, lo que proporciona una
sensación de plenitud. Este es un mecanismo muy potente en las primeras semanas
de tratamiento, luego desciende».
Además, González desgrana el otro mecanismo potente: su
capacidad para actuar sobre los centros de saciedad en el cerebro. «El fármaco
es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica, llegar hasta el sistema
nervioso central y actuar sobre los centros de la saciedad y el apetito, si
bien no se conocen las vías intrínsecas por las cuales el medicamento quita el
hambre».
Sin embargo, no olvidemos que estos fármacos se inventaron
en un primer momento para combatir la diabetes y que la pérdida de peso
observada en los estudios y a lo largo de su uso se podría considerar un efecto
secundario positivo.
Clotilde Vázquez, jefa del departamento de Endocrinología y
Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, recuerda que «cuando el
primer fármaco de esta familia se puso en el mercado hace 20 años supuso un
cambio radical del tratamiento del diabético tipo 2, que generalmente en un 90%
de los casos tiene obesidad asociada. Estos fármacos supusieron un cambio,
porque al contrario de los anteriores, mejoraban el control diabético y además
ayudaban a perder peso».
En este sentido, Vázquez no duda en calificarlos, al igual
que los demás expertos consultados, como «una familia de fármacos súper
efectivos, súper potentes y sobre los que ha habido gran cantidad de estudios a
largo plazo sobre su eficacia y actividad».
Tinahones explica que «Ozempic se comercializó para el tratamiento de la diabetes
y el fármaco que se ha aprobado para el uso en obesos es Wegovy,
que es el mismo que Ozempic, pero la dosis máxima es
de 2,4 mg, mientras que Ozempic es 1 mg la dosis
máxima de semaglutide».
Su uso en España lo explica González: «Ozempic
no va a tener indicación obesidad. La misma molécula, semaglutide,
a dosis de 2,4 mg, cuyo nombre comercial es Wegovi,
es la que tiene indicación para obesidad. El pasado mes de agosto, el Ministerio
de Sanidad sacó el posicionamiento terapéutico para obesidad».
Morales y Vázquez señalan que la revolución aún no ha
terminado. Dado que la obesidad es una enfermedad que involucra a todo el
organismo y sus pacientes tienen otras alteraciones, el uso de esta nueva
generación de fármacos también traerá otros beneficios para abordarlos. «Son fármacos
muy seguros que además han demostrado que son cardioprotectores y renoprotectores. Los efectos secundarios más frecuentes se
limitan a síntomas del aparato digestivo, que se minimizan mucho escalando las
dosis», apunta Vazquez.
Más allá del manejo de la diabetes tipo 2, éstos han
supuesto un antes y un después en el tratamiento de la obesidad, «con
resultados equivalentes a las intervenciones quirúrgicas, evitando así el paso
por la cirugía bariátrica y los riesgos que supone pasar por quirófano», destaca
Morales, que es uno de los reclutadores principales en España de pacientes en
los ensayos que NovoNordisk y Lilly, los laboratorios
detrás de las principales moléculas.
«Hasta ahora teníamos medicamentos que producían descensos
de peso discretos, pero esta clase terapéutica consigue que los sujetos pierdan
de peso de media más de un 15% de su peso corporal, lo que es clínicamente muy
significativo», sostiene Tinahones.
El investigador del CIBEROBN ofrece la explicación que
contextualiza lo que ocurre ahora en el organismo: «Probablemente estas señales
que teníamos en nuestro intestino para no comer más cuando hemos tomado una
cantidad adecuada, debieron de regularse a la baja durante la evolución de los
homínidos por la dificultad de obtener alimentos y esa regulación en este
momento de acceso al alimento indiscriminado es como un error evolutivo que en
cierta manera vienen a corregir estos fármacos».
Morales hace suya una conclusión publicada recientemente en
una revisión de Nature Medicine sobre estas
moléculas: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad». La frase, famosa
por otros motivos, refleja el sentir de la comunidad médica: «No necesitamos
solo una pastilla, sino un plan nacional que aborde la prevención y vaya al
origen de la obesidad».